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Historia The Economist
Cuando James Wilson imprimió un volante de The Economist, un nuevo periódico que planeaba lanzar, lo describió como “un periódico semanal que se publicará todos los sábados”. Para los ojos modernos, la encarnación en blanco y negro de The Economist del siglo XIX es claramente un periódico, y se veía muy similar hasta mediados del siglo XX. El logotipo rojo apareció por primera vez en 1959, la primera portada a color en 1971, y no fue hasta 2001 que se introdujo a todo color en todas las páginas interiores. Para cuando se completó la transformación del formato de periódico a revista, la costumbre de referirnos a nosotros mismos como “este periódico” se había consolidado.
Filosofía editorial
Prácticas editoriales
The Economist se publica desde septiembre de 1843 para participar “en una dura contienda entre la inteligencia, que avanza, y una indigna y tímida ignorancia que entorpece nuestro progreso”. Esta misión sigue guiando nuestra cobertura: la publicamos todas las semanas en el periódico.
Ética
The Economist se esfuerza por alcanzar los más altos estándares éticos. Nuestro enfoque se divide en dos títulos:
Principios básicos
Debemos ser honestos, justos y valientes al recopilar, informar e interpretar información.
Somos responsables ante nuestros lectores, oyentes, espectadores y entre nosotros.
Defendemos firmemente nuestra independencia editorial.
Usamos datos e investigaciones objetivos para informar nuestro periodismo. Toda nuestra producción editorial está verificada.
Aplicamos los valores liberales clásicos de forma transparente en nuestros informes y análisis.
Somos transparentes sobre los conflictos de intereses (ver más abajo). Como periódico anónimo, tenemos que ser especialmente irreprochables.
Conflictos de interés
El Editor establece reglas claras sobre los conflictos de intereses. Estos se revisan y se vuelven a distribuir periódicamente. Los periodistas saben que la sanción por incumplimiento de las reglas puede ser el despido.
Nuestros periodistas deben revelar cualquier posible conflicto de intereses, como participaciones benéficas, cargos directivos y contratos independientes. El Editor lleva un registro de los intereses de los periodistas y lo actualiza anualmente.
Cualquier periodista que desee aceptar un viaje ofrecido por un gobierno, empresa u otra entidad debe obtener la aprobación de un editor senior. Tales viajes deberían ser raros, por ejemplo, cuando un viaje no se puede realizar por nuestra cuenta, como viajar a una zona de guerra.
Los periodistas que lleguen a The Economist por un trabajo político partidista no podrán escribir durante algún tiempo sobre política o política en el país en el que desempeñaron ese trabajo. Los periodistas que cubren política o políticas no pueden contribuir con dinero o ayudar a un partido u organización política en el país en el que trabajan.
Los pagos de facilitación para acelerar o asegurar una acción gubernamental no son aceptables.
Anonimato de autor
La mayoría de los periódicos y revistas utilizan firmas para identificar a los periodistas que escriben sus artículos. The Economist, sin embargo, no lo hace. Sus artículos carecen de firma y sus periodistas permanecen en el anonimato.
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